La espiritualidad puede definirse de diversas formas. Por ejemplo, en algunos casos se relaciona con la religión y la creencia en algún tipo de deidad. La definición en que quiero basarme, sin embargo, está relacionada más bien con un sentido filosófico, más amplio y viene a ser un resumen de lo que esta sección que hemos llamado “Espiritualidad e inspiración” va a contener.
La persona espiritual es aquella preocupada por cuestiones relacionadas con el sentido de la vida, con la verdadera naturaleza del ser humano. Se hace preguntas como: ¿quién soy realmente? ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué pasa tras la muerte? ¿Tenemos un alma inmortal? ¿Tengo una misión o destino en mi vida?
Conocemos y usamos habitualmente las leyes de la física para hacer cosas que, en el pasado, parecería magia, como volar o comunicarnos con alguien que está en otro país o continente, pero, ¿existen unas leyes espirituales? Y si es así, ¿cuáles son y cómo funcionan?
En cuanto a nosotros, como personas, sabemos que vamos evolucionando a través del tiempo. Conocemos nuestra evolución física, pero ¿qué pasa con la evolución espiritual? ¿Hacia dónde nos dirigimos en ese sentido? ¿Cómo es una persona espiritualmente superior a los demás? ¿Tal vez como Buda o Jesús? ¿Llegaremos todos a ser como ellos?
Las religiones orientales, como el Budismo, el Taoísmo o el Hinduismo son las que más han profundizado en estos temas, tratando de responder a todas estas preguntas.
Pero, ¿por qué tendría que ser importante buscar estas respuestas?
¿No sería preferible limitarse a vivir la vida sin más? En efecto, esto podría parecer más sencillo, pero si el ser humano ha necesitado plantearse estas cuestiones desde siempre es porque sin espiritualidad caemos fácilmente en las redes del mundo material y en la sensación de vacío y falta de sentido. Si no tenemos un sentido de identidad y de propósito que sea profundo y forme parte de nuestro yo más íntimo, formaremos nuestra identidad en función de lo que la sociedad nos ofrece: nuestras posesiones, los roles que ocupamos, nuestros éxitos materiales, el dinero, el poder, etc. Pero todo esto es inestable y muy cambiante. Un día te despiden y tu sentido de identidad se viene abajo, junto con tu autoestima, porque estaba basada en algo tan frágil como el puesto que ocupabas.
La espiritualidad es la búsqueda de tu verdadero yo, tu verdadera esencia, y su conexión con el mundo y los demás.
Observa la diferencia entre estos dos casos: imaginemos a dos personas, ambas abogadas. Una de ellas eligió ser abogada por el prestigio y el dinero que puede suponer y logró ser parte de una importante firma de abogados. La otra persona eligió la abogacía porque le apasiona el derecho, porque piensa que es lo que mejor hace en la vida, y porque desea ayudar a sus clientes, actuando en muchos casos más como mediadora, logrando acuerdos entre ambas partes y evitando ir a juicio.
La persona del primer ejemplo pierde su empleo en ese prestigioso bufete y, como consecuencia, pierde su identidad; se desmorona. La persona del segundo ejemplo jamás perderá lo que tiene, porque lo lleva dentro. Lo que es y lo que hace van unidos, porque sabe quién es en su yo más profundo, y actúa de acuerdo con ello.
Cuando haces eso, estás actuando siguiendo las leyes del mundo espiritual, y esto hace que dichas leyes parezcan beneficiarte. Por ejemplo, si quieres construir un aparato que vuele, deberás seguir las leyes de la física. Si lo haces bien, volarás; si lo haces mal, caerás en picado. A nivel espiritual sucede exactamente lo mismo.
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